Mi ovario izquierdo


Un día mí ovario izquierdo decidió no ovular, y en medio de mi dolor, mi drama y mis investigaciones médicas (y no tan médicas) se me olvidó mi ridícula necedad por embarazarme, y me dediqué a cuidarme.
Cuidé mi ovario con toda la devoción posible, le canté canciones, le hice masajes y brebajes sanadores, le pedí perdón por someterlo a tales niveles de estrés, a veces le reclamé su decisión tan insensata y egoísta, pero al final lo acariciaba y le reiteraba cuanto lo sentía. El me reclamó diciendo que mi berrinche era una cosa espantosa y que ahora el emberrinchado era el porque no iba a soltar ningún huevo hasta que yo entendiera que antes de ser madre, tenía que ser mujer. Entendí el mensaje.
Con el útero claramente vacío, y sin menstruación enseñándome el lienzo sedoso, brillante y rojo de lo femenino, me tocó sacudir la cadera y los pechos, embarrarme de tierra y bañarme en la luna para volverme ella, la hija de ella… ese era mi nuevo propósito.
Después de muchas semanas de oraciones profundas, y de dedicarme en cuerpo y alma a mi feminidad, mi ovario derecho me regaló atinadamente una menstruación normal y saludable, y entonces, ocurrió: Me enamoré de mi sangre. Desde siempre, pero en particular desde hace unos años, ya sentía un flechazo notorio en mi alma por ella, pero ésta vez fue fulminante. La amé profundamente, la entendí a ella y a todas las demás menstruaciones de la tierra.  Comprendí que ese, el camino rojo de la sangre, era otro de los que tenía que andar en esta vida, y así, sin pensarlo demasiado me decidí a explorarlo sola.
Gocé inmensamente de mis primeros descubrimientos solitarios, pero conforme pasaba el tiempo me fui dando cuenta de que me faltaban compañeras, que me faltaba aunque sea a lo lejos ver a otras hembras aventurándose en sus caminos rojos. Entonces busqué a otras viajeras y alegremente me topé con muchas y muy variadas gitanas, todas y cada una de ellas maravillosas y muy, muy rojas.
A pesar de mi felicidad tan profunda, seguía faltándome algo, me faltaban mis mujeres, las que mi alma conocía, a las que mi corazón amaba. Entonces, llamé a mi clan. Muchas se unieron al viaje, muchas lo respetan a distancia, pero todas me acompañan  por este camino que se me reveló, y por el que pretendo seguir andando.
Como parte de mi andanza, seguiré mostrando a todas las que me lo permitan este maravilloso sendero hacia dentro de las tripas de la tierra, hacia dentro de todo lo vivo. Asumo esta misión y la abrazo orgullosa.
Mis ovarios me mostraron este otro pasaje, no mi útero. Gracias a ellos abrí los ojos a la increíble potencia mística de mi sensualidad y me conformé  alegremente con la idea de quedarme con el útero vacio un buen rato.
Dejé que la tierra se me pegará al alma, y fluí con la corriente, bailé con mis arboles, hice el amor con el viento, y dejé que el fuego trazara sus curvas en mi cuerpo.
Ame mi vagina y le dedique tiempo a sus cuidados, convertí a mi útero en un templo, adoré mis senos y dejé que entre mi cadera pasara toda la luz del cielo y se enraizara en la tierra.
 Gracias ovario izquierdo porque al apagarte, acompañada por el ritmo de tambores y gaitas, me volví dueña de mi mirada, monarca de mis pasos,  hada de mis sueños y orgullosa guardiana de lo femenino en esta tierra.
 Gracias ovario izquierdo porque al apagarte me transformé en mi destino.

Comentarios

Entradas populares de este blog

PARIR

El Huevo Cosmico

Mi mamá no duerme, porque siempre esta despierta.